Se acerca una fecha muy importante para el trabajo en igualdad y la búsqueda y construcción de sociedades más justas, equitativas, incluyentes y seguras: el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.

Parece que pudiese ser un día sin mucho sentido, ya que, de alguna manera, constantemente nos encontramos con conmemoraciones que reivindican o hablan de algún de algún derecho humano, entonces ¿para qué existe un día dedicado solo este tema? Aunque parezca obvio, la consciencia sobre los derecho humanos no es tan común y expandida como pensaríamos.

Si hacemos un repaso histórico, nos encontraremos que los derechos humanos son un concepto muy reciente desde la perspectiva histórica: no llevamos ni un siglo de haber implantado oficialmente esta conversación como una prioridad mundial, tras la Declaración Mundial de los Derechos Humanos en 1948 con la instalación de la Asamblea de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de ese año. Es decir, pocos años después de haber terminado la Segunda Guerra Mundial.

Por supuesto, antes de esa fecha se hablaba y se insistía en los derechos como una necesidad imperante de las sociedades para implantar las bases de una organización política y social, sin embargo no se hablaba como tal de “derechos humanos”. Durante siglos, tras la Revolución Francesa, se hablaba de “derechos del hombre” que solo eran para unos pocos: hombres blancos, cristianos, con poder adquisitivo.

Ha tomado siglos llegar al punto de entender quae esos “derechos” no pueden ser privilegios de unos pocos, sino una estabilidad de todos.

Y, como podemos deducir, falta mucho para que ese ideal se cumpla. Hoy, a propósito de esta conmemoración, queremos proponer algunas ideas de prácticas que aplicamos en el IDMAH y que, en una escala mayor, podrían significar una expansión de esta conversación para que los derechos humanos sean una realidad palpable para todos y no para unos cuantos.

1. Pensar en un mundo incluyente. La inclusión como parametro de las dinámicas sociales y los relacionamientos en nuestros entornos cotidianos, como el hogar, la familia, la escuela, el trabajo, la academia o el espacio pública es un rasero que nos hace pensar, inmediatamente, en el respeto por los demás: entender que tienen -deben- tener las mismas garantías que nosotros y, en consecuencia, el mismo acceso. Eso es, muy sintéticamente, la dinámica de los derechos humanos.
2. Ser consciente de nuestras ventajas. Si revisamos la historia de la construcción de los derechos humanos, podemos darnos cuenta que, básicamente, nacieron como privilegios para un sector de la sociedad, todos hombres. De ahí que haya constantes reivindicaciones para que sean realmente derechos para todos: mujeres, niños y niñas, migrantes, discapacitados, entre otros sectores. Ser concientes de que aún nos falta construir para ese camino y que, hasta que no esté hecho, estamos hablando de privilegios, es empezar a trazar rutas que nos lleven a ese lugar ideal de derechos para todos.
3. Desactivar las violencias en todos sus niveles. La violencia es, en sí misma, la forma más común de vulnerar los derechos de una persona. Justamente, los derechos son, en gran parte, creados como una antítesis de la violencia, que siempre ha caracterizado las dinámicas sociales desorganizadas en las que la ausencia del respeto es una constante. Justamente por eso, ser conciente de las violencias para desescalarlas es abrirle paso a los derechos humanos.

¿Cómo podemos contribuir desde nuestros espacios a que el respeto a los derechos humanos sean una base de nuestros relacionamientos? En el IDMAH podemos ayudarte a despejar estas dudas.

Contáctanos escribiendo a [email protected] y hablemos de oportunidades y soluciones.

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